Desde mi vuelta a la Iglesia en 2005 podría decir que
siempre fui una conservadora bien intencionada. Papólatra con Benedicto XVI,
leyéndole a él pensaba que la Iglesia de ese momento estaba en continuidad con
la tradición apostólica y que estaba en el lado bueno, frente a los
progresistas que tenían un pie fuera de la Iglesia.
Pero el descubrimiento de la Misa tradicional y de
auténticos pensadores católicos tradicionales me llevó al descubrimiento de la
tradición viva de la Iglesia, a comprender las sucesivas rupturas que la
modernidad ha llevado a cabo en la Iglesia y a una catarsis que fue como una
nueva conversión.
El mundo neocón hasta hace 10 años funcionaba como un refugio a los desmanes del progresismo. Pero el pontificado de Francisco ha ayudado a que tengamos que esforzarnos en comprender la raíz de los problemas y su verdadera dimensión, y a comprender que el conservadurismo en la Iglesia está condenado al fracaso.Llevo meses reflexionando sobre estas cuestiones e intentándolas poner por escrito. Hasta que he descubierto una serie concreta de posts del bloggero Wanderer, a quien leo ávidamente desde hace años, dedicados específicamente a los conservadores en la Iglesia, en los que he visto que todo lo que yo pretendía poder explicar está ya explicado con mucha mayor profundidad de la que pudiera yo haber alcanzado.
Por eso, me propongo entablar un diálogo con el Wanderer a partir de ciertos artículos suyos, salvando la distancia temporal de algunos textos; anotando dónde me veo reflejada en mis posturas eclesiales de hace unos años y comparando la situación en Argentina desde la que él habla con la de la diócesis de Barcelona y algunas diócesis rurales en Cataluña de las que tengo cierto conocimiento.
El objetivo es demostrar con argumentos aquello que dijo Chesterton de que “los conservadores son progresistas a cámara lenta. Consolidan las revoluciones de los progresistas e impiden la restauración”, para ayudar, Dios lo quiera, a otras personas a abrir los ojos, de la manera que estos pensadores me ayudaron a mí, con el fin de ser fieles a Cristo y a su Iglesia y alcanzar así la santidad.
Comencemos con este magnífico y demoledor post, El fracaso, y desesperación, de la línea media, publicado en su blog el 30 de noviembre de 2022.
El texto en color negro es el de Wanderer. Mis comentarios irán intercalados en color burdeos.
[Aclaración previa: El fenómeno sobre el que quiero plantear la
siguiente reflexión es propio de una región particular de Argentina].
Luego
del Vaticano II, entre mediados de los ’70 hasta
comienzos del nuevo milenio aproximadamente, el catolicismo quedó divido en
tres grandes líneas: la progresista, que nunca fue muy numerosa pero sí muy
activa e influyente debido a las elites intelectuales que la integraban; la línea media, con matices más o menos
marcados en cuanto a sus inclinaciones a derecha o izquierda, y que concentraba la mayoría absoluta, y el tradicionalismo, apenas un puñado de
fieles nucleados muchos de ellos en torno a Mons. Lefebvre o en otras
asociaciones.
La “línea media” es la que en este
blog hemos denominados “neocon”, sobre cuyas características
escribimos mucho. Línea media o neocon es
una actitud eclesial que reside en materia dogmática como un apego al
oficialismo eclesial por encima de las fuentes de la Revelación, en un
maximalismo teológico consistente en exorbitar
el magisterio hodierno al cual no se jerarquiza, en una justificación a priori de las actitudes
prudenciales de la jerarquía, y en la suposición
gratuita de que la asistencia del Espíritu Santo es aceptada en forma
automática por los pastores, por lo que no cabe a un católico más que la adhesión necesaria, externa y sobre
todo interna a todas las decisiones que toma la jerarquía, sin posibilidad de
crítica o razonamiento alguno, a la luz de la fe.
Wanderer afirma que, en Argentina, “el
neocon o línea media es una especie en extinción”. No
ocurre lo mismo en España, en que la línea media es la única en la Iglesia
postconciliar permitida porque proporciona números. Los movimientos neocón en
España son numerosos (Opus Dei, Regnum Christi /Legionarios de Cristo, IVE,
Camino Neocatecumenal, por citar solo a los que me parecen más numeroso y
activistas). Los progresistas son los que están en extinción, por mucho que
ahora un exponente máximo del mismo se siente en la cátedra de Pedro. Y los que
tienen vida católica verdadera, los tradicionales, son combatidos por la
jerarquía eclesiástica por todos los medios y son un número necesariamente
reducido por la persecución a la que son sometidos. A pesar de esta diferencia
en la situación de los neconservadores en la Iglesia entre Argentina y España, las
características del neocón a que se refiere Wanderer son evidentemente las
mismas:
Se caracterizaba (el neocón) por una postura obediencialista, que lo hacía considerar al romano pontífice como una suerte de
incuestionable hipóstasis del Espíritu Santo, que jamás podía equivocarse y que necesariamente era santo, y al
que debía tributársele el culto y la oblación de la más perfecta obediencia y sumisión a su magisterio, se refiriera éste a
materia teológica o cinematográfica (No exagero. Es cuestión de ver la
recepción que tuvo en el medio neocon la [malísima] película La vida es
bella sólo porque le había gustado a Juan Pablo II). Consecuentemente, el concilio Vaticano II
era obra del Espíritu Santo y, en todo caso, tenía algunas ambigüedades que no
eran particularmente problemáticas. Y consecuentemente también, todos los que se atrevían a cuestionar de
cualquier modo las reformas promovidas por el Concilio, en particular la
reforma litúrgica, eran leprosos y perros, que debían ser expulsados como
apestados no solo de los templos, sino también de los círculos sociales
(Una vez más, no exagero. En Argentina, a comienzos de los ’80, se dio el caso
de profesores de la Universidad Católica Argentina que comenzaron a asistir a
la misa tradicional y fueron expulsados de sus cátedras por las autoridades que
hasta pocos días antes habían sido amigos cercanos y de muchos años).
Para la línea media, la iglesia posconciliar estaba viviendo una primavera florida y perfumada, de las más sorprendentes de toda su historia. Bastaba ver el éxito del pontificado de Juan Pablo II, las masas que lo seguían y su gran logro de derribar el comunismo. Pero los años pasaron, y el pontificado de Francisco ha demostrado que ese obediencialismo era suicida y que el éxito del juanpablismo fue solo espuma. Y afirmo que fue espuma porque de ese éxito que consideraban arrollador hoy no quedan más que despojos. Me refiero, por ejemplo, a los institutos religiosos típicamente línea media que terminaron envueltos en los más espeluznantes casos de abuso (Legionarios, IVE, Miles, etc.); y el Opus Dei languideciendo y aproximándose a su agonía.
Pero
quiero señalar un dato más que es francamente escalofriante: las iglesias
neocon están vacías. Lo que ocurre en Argentina,
como hemos puntualizado anteriormente, no ocurre en España donde, por el
contrario, las iglesias neocón son las únicas que se llenan (sin mencionar a
las tradicionales). En España, son las parroquias progresistas y todo el mundo
rural, que es inmenso, las que están vacías o en proceso de estarlo. En una ciudad como Barcelona, son precisamente las
iglesias neocón las únicas que se llenan: Santa Inés, paradigma de la
espeluznante pendiente emotivista por la que se desliza el neoconismo español,
de la que trataremos otro día; la Medalla Milagrosa, el Remei y otros tantos
templos se llenan de personas a las que, con sólo mirar, uno sabe que ha salido
de un retiro de Emaús, exaltados y pringosos de sentimentalismo como están.
Estos cantos y abrazos con la custodia iluminada, los llantos, la emotividad,
son el refugio lógico del neocón ante la falta de enseñanza por parte de los
pastores y los desmanes cada vez más frecuentes y llamativos desde Roma. Luego
está todo el mundo del Regnum Christi / Legionarios de Cristo, refugiado en su
propia versión de la teología del cuerpo y la ideología de género, y el
judaizante Camino Neocatecumenal y su inexplicablemente aprobada liturgia. De
todo ello iremos hablando en próximos textos, si Dios quiere.
Lo que el Wanderer observa asistiendo después de un tiempo a una iglesia neocón es lo que ocurre aquí en las parroquias no asociadas a movimientos, parroquias de barrio, de pueblo o parroquias descaradamente progres: “por diversas circunstancias, en las últimas semanas debí asistir a tres misas dominicales en tres iglesias distintas en una diócesis argentina emblemáticamente línea media y quedé pasmado. La última vez que había asistido a misa en esas iglesias, estaban colmadas de gente, todos los bancos ocupados, como así también el fondo con gente de pie y un buen número de feligreses siguiendo la celebración desde fuera del templo, con largas colas para confesarse y dos o tres sacerdotes disponibles. En esta ocasión, pude contar los asistentes: 30 personas en un caso, 65 en otro y 53 en otro”.
Dice Wanderer que “la
situación que describo es el signo más evidente del fracaso de la línea media
(…). Han reaccionado orquestado una campaña consistente en conferencias
virtuales, visitas, reuniones, charlas personales o por las redes, etc. a fin
de advertir a los fieles, otrora sus fieles, acerca de la necesidad de
permanecer en la línea media. Y es comprensible que procedan de ese modo; no
hacerlo sería admitir el rotundo fracaso
de la postura que sostuvieron a lo largo de toda su vida. Y hay que ser muy
santo para alcanzar, como diría san Ignacio, ese grado de humildad”. Ciertamente. Aquí en España, los neocons, para no
realizar este necesario ejercicio revisionista, se han refugiado en el
activismo de carácter carismático-protestante. Mientras que los sacerdotes y
congregaciones religiosas progresistas agonizantes se autoafirman, a pesar de
su situación tan próxima a la extinción, en su postura de apertura al mundo y
sus tendencias, y miran con horror y desprecio el auge vocacional en institutos
tradicionales y neoconservadores (en el caso español, son claros los ejemplos neocones
los de Iesu Communio, Agustinas de la Conversión, Hermanas Pobres, Carmelitas
Samaritanas, numerosas comunidades carmelitas de la Madre Maravillas y
comunidades femeninas del recientemente implantado en España IVE). También
están por supuesto los números con los que los neocones se llenan la boca de
Hakuna y similares, que los obispos diocesanos y sus delegaciones de juventud
se dedican a imitar o copiar sin más.
Pero
– continúa Wanderer - vale la pena
profundizar en el análisis. ¿Qué ocurrió
para que las iglesias (neocons) se vaciaran? (…). En primer lugar, se
impuso la evidencia. En la época de Juan Pablo II y de Benedicto XVI podía
funcionar el discurso obediencialista y papólatra. En la época de Francisco, y
de internet, este discurso se cae a pedazos. Lo curioso es que los referentes
más encumbrados de la línea media siguen insistiendo aún hoy en el mismo
argumento. En España, insisto, creo que lo que han
hecho los neocóns, que no han dejado de serlo para pasarse en grandes números a
la tradición – algunos sí lo han hecho -, ha sido refugiarse en Emaús y sus
derivados y consecuencias sentimentalistas carentes de todo argumento
doctrinal.
El confinamiento decretado por la
pandemia fue también un factor decisivo. Cuando los obispos exigieron la
comunión en la mano como único modo posible de comulgar, la directiva emanada
de las fuentes del pensamiento neocon fue clara: no se comulga, pues no hay
obligación de comulgar. Sin embargo, pasó el tiempo y llegaron las presiones
episcopales; y buena parte de los sacerdotes de línea media cedió e instruyó a
sus fieles a que aceptaran el nuevo modo impuesto de comulgar. Fue muy curioso
que un número importante de personas, de un domingo a otro, comenzaron a poner
la mano sin problemas cuando antes permanecían firmemente en sus bancos. Pero un
número de fieles decidieron que los principios no se cambian según los tiempos.
Abandonaron, entonces, el rebaño neocon, cruzaron la calle y comenzaron a
alimentar las misas tradicionales de la FSSPX. Afortunados
los fieles en Argentina que tuvieron la ocasión porque la FSSPX está bien
estructurada en Iberoamérica. En España, la apuesta por la tradición es
minoritaria entre los neoconservadores. La presencia de la FSSPX es menor –
creo – y todo coincidió, además, con la Traditionis Custodes. En una ciudad
como Barcelona, por ejemplo, la segunda más grande de España, se celebra con
permiso Misa tradicional en una capilla, en una parroquia y en un monasterio. Y
la capacidad de la capilla es muy limitada. También existe otra opción, en una
céntrica capilla en que celebra un excelente sacerdote falsamente secularizado
por el cardenal Omella y a la que impide asistir a sus feligreses. No son pocos
quienes no obedecen este injusto mandato, basado en la mentira y sus fobias
personales.
Y en Madrid, la ciudad más grande de España, se
celebran tres Misas públicas con permiso al día en La Paz, del Instituto de
Cristo Rey Sumo Sacerdote. Pero es un solo templo en una ciudad de 4 millones
de habitantes.
Como dice el Wanderer, cuando pasó la pandemia y la imposición ilegal de recibir la Sagrada Comunión en la mano, “muy pocos, si es que alguno, volvió a la misa del rito de Pablo VI, y por una sencilla razón: quien conoce la misa tradicional, no puede volver al rito nuevo”.
El
problema – considera Wanderer - es que estos
referentes ya están viejos y no pueden y no quieren reconocer que se
equivocaron. Y, por otro lado, admitir la situación tal y como la advierten sus
antiguos fieles y seguidores supondría para ellos salir de su zona de confort y
tomar decisiones difíciles que modificaría su estilo de vida. Pero es mucho más
fácil seguir en la postura en la que se estuvo siempre y evitarse problemas”. A esto podríamos añadir, en el caso español, que, siendo
los referentes perros mudos, los fieles se han buscado otros, el activismo
aparicionista y de retiros de todo tipo.
A decir de Wanderer, los referentes neocón en Argentina
están muy preocupados “de que sus fieles se vayan con los
´cismáticos´ lefebvristas”. Si esto es así, se
pregunta, “por qué no presionan a los obispos para que designen una
iglesia en cada diócesis en la que los fieles puedan tener diariamente la misa
tradicional. Algunos responden que eso ya fue ofrecido, pero pretenden tener no
sólo la misa sino también el resto de los sacramentos según el rito
tradicional, y eso está prohibido por Traditiones custodes.
Curioso: son tan obediencialistas, pero no saben que ese tipo de prohibiciones
en la mayor parte del mundo no se aplican, y con la anuencia del mismo papa
Francisco; y tan cegados están en su ideología que tienen escrúpulos en que se
administre, por ejemplo, el sacramento del matrimonio en el mismo rito en que
se casaron sus propios progenitores, pero bajan la cabeza cuando Roma no dice
nada —absolutamente nada—, con respecto al ritual vigente en Bélgica para la
bendición de parejas del mismo sexo (tengamos en
cuenta que el texto es de 2022. Lo mismo aplica ahora a nivel universal tras la
promulgación de Fiduccia Suplicans): “Los fieles pueden ir sin problema
a las misas celebradas por sacerdotes que bendicen la sodomía, pero no pueden
ir a la de un sacerdote de la FSSPX, o a la de un sacerdote suspendido por su
obispo por querer seguir celebrando el rito tradicional”.
La línea media fue solo una
postura que duró algunas décadas pero que el huracán Bergoglio, e internet,
agostó tal como los años agostaron a sus principales sostenedores. Lo que vemos, ciertamente, y a pesar de su aparente
vitalidad, son coletazos de ahogado de los modernistas: con poca fuerza ya los
progresistas y con esperanza de sobrevivir haciendo algo “de Iglesia” los
neocons. Lo triste es que se lo creen: los neocons creen que son “los buenos”,
la “Iglesia verdadera”. No se dan cuenta, con toda la buena voluntad de la
mayoría de ellos, que son el tonto útil del modernismo.
El mundo neocón hasta hace 10 años funcionaba como un refugio a los desmanes del progresismo. Pero el pontificado de Francisco ha ayudado a que tengamos que esforzarnos en comprender la raíz de los problemas y su verdadera dimensión, y a comprender que el conservadurismo en la Iglesia está condenado al fracaso.Llevo meses reflexionando sobre estas cuestiones e intentándolas poner por escrito. Hasta que he descubierto una serie concreta de posts del bloggero Wanderer, a quien leo ávidamente desde hace años, dedicados específicamente a los conservadores en la Iglesia, en los que he visto que todo lo que yo pretendía poder explicar está ya explicado con mucha mayor profundidad de la que pudiera yo haber alcanzado.
Por eso, me propongo entablar un diálogo con el Wanderer a partir de ciertos artículos suyos, salvando la distancia temporal de algunos textos; anotando dónde me veo reflejada en mis posturas eclesiales de hace unos años y comparando la situación en Argentina desde la que él habla con la de la diócesis de Barcelona y algunas diócesis rurales en Cataluña de las que tengo cierto conocimiento.
El objetivo es demostrar con argumentos aquello que dijo Chesterton de que “los conservadores son progresistas a cámara lenta. Consolidan las revoluciones de los progresistas e impiden la restauración”, para ayudar, Dios lo quiera, a otras personas a abrir los ojos, de la manera que estos pensadores me ayudaron a mí, con el fin de ser fieles a Cristo y a su Iglesia y alcanzar así la santidad.
Comencemos con este magnífico y demoledor post, El fracaso, y desesperación, de la línea media, publicado en su blog el 30 de noviembre de 2022.
El texto en color negro es el de Wanderer. Mis comentarios irán intercalados en color burdeos.
Para la línea media, la iglesia posconciliar estaba viviendo una primavera florida y perfumada, de las más sorprendentes de toda su historia. Bastaba ver el éxito del pontificado de Juan Pablo II, las masas que lo seguían y su gran logro de derribar el comunismo. Pero los años pasaron, y el pontificado de Francisco ha demostrado que ese obediencialismo era suicida y que el éxito del juanpablismo fue solo espuma. Y afirmo que fue espuma porque de ese éxito que consideraban arrollador hoy no quedan más que despojos. Me refiero, por ejemplo, a los institutos religiosos típicamente línea media que terminaron envueltos en los más espeluznantes casos de abuso (Legionarios, IVE, Miles, etc.); y el Opus Dei languideciendo y aproximándose a su agonía.
Lo que el Wanderer observa asistiendo después de un tiempo a una iglesia neocón es lo que ocurre aquí en las parroquias no asociadas a movimientos, parroquias de barrio, de pueblo o parroquias descaradamente progres: “por diversas circunstancias, en las últimas semanas debí asistir a tres misas dominicales en tres iglesias distintas en una diócesis argentina emblemáticamente línea media y quedé pasmado. La última vez que había asistido a misa en esas iglesias, estaban colmadas de gente, todos los bancos ocupados, como así también el fondo con gente de pie y un buen número de feligreses siguiendo la celebración desde fuera del templo, con largas colas para confesarse y dos o tres sacerdotes disponibles. En esta ocasión, pude contar los asistentes: 30 personas en un caso, 65 en otro y 53 en otro”.
Como dice el Wanderer, cuando pasó la pandemia y la imposición ilegal de recibir la Sagrada Comunión en la mano, “muy pocos, si es que alguno, volvió a la misa del rito de Pablo VI, y por una sencilla razón: quien conoce la misa tradicional, no puede volver al rito nuevo”.
pues en Barcelona la FSSPX tiene esta capilla:
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