viernes, 31 de enero de 2025

Fabricando una nueva iglesia: la falsificación de "reliquias"

El pasado mes de diciembre, la diócesis de Mazara, en Italia, acogió con pompa un trozo de madera de la patera naufragada en Cutro en 2023 y lo ofreció a los fieles como una reliquia a venerar en una peregrinación de un mes. Recogía la noticia el portal Brújula Cotidiana. A partir de este hecho, es lícito preguntarnos qué es una reliquia y si un trozo de embarcación que transporta a personas, en su mayoría musulmana, que pretenden entrar de manera ilegal en los estados europeos puede considerarse una reliquia.

Según el diccionario de la Real Academia de Lengua Española, una reliquia sería un “resto del cuerpo de un santo, u objeto relacionado con él, que se veneran por considerarse sagrados”.

En la página web de la Archidiócesis de Bogotá leemos al respecto que “la reliquia de los Santos son los restos del cuerpo o de una vestimenta de quien fuera un “Santo”, es decir, alguien que vivió en serio en Mensaje Evangélico y se jugó la vida de manera heroica, por el Señor. La veneración a las reliquias comenzó a darse muy fuertemente con el culto de los mártires, durante el periodo de las persecuciones, en las catacumbas. En ese lugar se sentían más protegidos para celebrar la Misa y también allí guardaban, celosamente, para la veneración de los fieles las reliquias de aquellos que habían sido martirizados. Esta veneración de los restos se fue ampliando en la Iglesia a todos los que, de una manera u otra, se les consideró “santos”.

Las reliquias pueden ser de tres grados: 1) un fragmento del cuerpo; 2) un fragmento de su ropa o de algo que el santo usaba durante su vida (rosario, Biblia, cruz, etc.); 3) objetos asociados con el sufrimiento de un mártir”. 

 

Si la reliquia está necesariamente asociada a un santo, a alguien que vivió y murió por el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, ¿puede un trozo de cayuco o patera ser considerada una reliquia? Es obvio que la respuesta es no.

El citado artículo de la Brújula Cotidiana se refiere a la reliquia del cayuco como un fetiche que muestra los frutos de la ideología inmigracionista que confunde a los pobres “esclavos” de la emigración con mártires. Y va más allá, mostrando la gravedad de este asunto: “Para una Iglesia que está reescribiendo su arsenal teológico en clave inmigracionista no podía faltar la parte que concierne a la veneración de los fieles. Y ya la han encontrado: un trozo del casco de la patera que naufragó frente a las costas de Cutro el 25 de febrero de 2023 en una trágica travesía que costó la vida a 94 personas ha sido elevado ahora a la categoría de reliquia”.

 

El obispo Angelo Giurdanella autorizó en diciembre de 2024 la veneración de ese pequeño fragmento de madera de la patera que transportaba a los emigrantes. El fragmento, elevado a la categoría de reliquia, ha sido llamado KR46M0 y ha sido elaborado por un taller de Val Bormida, que tuvo la idea de tomar el fragmento de madera, enmarcarlo para darle “empaque” y darle un nombre más que simbólico: el de un bebé, el niño encontrado muerto en la playa de Crotone al que nunca fue posible dar una identificación precisa y que se convirtió así en el símbolo de aquella tragedia. La idea de convertirlo en una reliquia fue para sorpresa de nadie de una religiosa, Alessandra Martin, que responde en nombre de la oficina diocesana para las migraciones y la movilidad humana, que puso en marcha una peregrinatio en toda la diócesis de Mazara hasta el 10 de enero de 2025. Una peregrinación para su veneración, como ocurre con las reliquias.

Lo que no han tenido en cuenta ni la religiosa ni su obispo es que obviamente el trasto en cuestión no es una reliquia, como ha denunciado la asociaciónIustitia in Veritate, argumentando que las reliquias están reguladas por los cánones 1186 - 1190 del Título IV del Código de Derecho Canónico, dedicado al culto de los santos, de las imágenes sagradas y de las reliquias “para favorecer la santificación del pueblo de Dios”. Especifican lo que sólo puede ser calificado como tal y conservado en un lugar sagrado y venerado en el culto de la tradición cristiana (Congregatio de causis sanctorum, Instructio. Reliquiae in Ecclesia: fides et conservatio, 8 de diciembre de 2017, art. 25)”.

En definitiva - continúa el artículo de la Brújula Cotidiana-, la Iglesia siempre ha tratado el asunto con extrema prudencia, tras un discernimiento de lo que es sobrenatural que posteriormente lleva a su aprobación y propuesta. En cambio, aquí “nos encontramos ante un intento de imponer ex novo algo que no tiene nada de sagrado, desvinculado de la tradición, que fuerza su naturaleza y desvía un camino espiritual sano y la fe del pueblo de Dios. Es un intento que sólo el desconocimiento de las cosas por parte de la jerarquía puede hacer creer útil y proponer lo que no puede ser una realidad espiritual, construyendo así un dios a su gusto con el que cree que está colaborando en la creación de una realidad”.

Hay que decir que la idea de utilizar partes de pateras naufragadas con una finalidad “sagrada” no es original de la diócesis de Mazara, sino que ya había sido propuesta por el mismo Papa Francisco al inicio mismo de su pontificado. Tal vez no prestamos la suficiente atención, entre perplejos y desconcertados con el estilo del nuevo pontífice como estábamos. Pero el Papa Francisco, en su viaje a Lampedusa en 2013, utilizó precisamente un báculo y unos vasos sagrados realizados con madera procedente de las partes rescatadas de una embarcación que había naufragado en la costa siciliana. Ahora con este “truco” se ha ido mucho más lejos, porque utilizar la palabra “reliquia” y “peregrinación” sólo invita a los fieles a la veneración.

Curiosa deriva – afirma el artículo de la Brújula Cotidiana-: hoy el culto a las reliquias de los santos está relegado a algo polvoriento, antiguo, algo que recuerda una idea de Iglesia anclada en tradiciones y devocionalismos que la gente ya no siente”. Sin embargo, se fabrican artefactos a los que se asigna el nombre de reliquias y no lo son. Por penosa que sea la situación, los emigrantes muertos por la crueldad de las mafias de trata de personas que les sacan el dinero, les engañan y les exponen al riesgo de una peligrosa travesía no son mártires, sino víctimas de un cruel tráfico humano. Pero en la nueva verborrea de la Iglesia inmigracionista, esta nueva idea de que los migrantes son un nuevo tipo de mártires va cobrando fuerza.

Más papista que el papa, a principios de diciembre de 2024, el nuevo obispo de la diócesis de sant Feliu, sufragánea de Barcelona, en la ceremonia de su consagración, lució una cruz pectoral elaborada con un marco seguramente de plata rellenado con madera de cayuco y una barcaza en medio con su lema episcopal, “humilitas”. Todo un despropósito: en primer lugar, en el sitio donde debería estar el Crucificado, se coloca la barca; en segundo lugar, de nuevo, la sustitución de los santos y los mártires por la ideología inmigracionista. Porque la cruz pectoral es aquella que usan los obispos y algunos abades colgada al cuello como signo de su dignidad. Para la celebración litúrgica, mientras se pone la cruz pectoral, el obispo recita la siguiente oración: “Muníre dignéris me, Dómine Iesu Christe, ab ómnibus insídiis inimicórum ómnium, signo sanctíssima Crucis tuæ: ac concédere dignéris mihi, indigno servo tuo, ut, sicut hanc Crucem, Sanctórum tuorum relíquiis refértam, ante pectus meum téneo, sic semper mente retíneam et memoriam passionis et sanctórum victórias”

Que puede traducirse como: “Dígnate, Señor Jesucristo, protegerme de todas las trampas mis enemigos por el signo de tu Santísima Cruz: y dígnate concederme a mí, tu siervo indigno, que esta cruz que tengo sobre mi pecho con las reliquias de tus santos en su interior, me permita tener siempre en mi mente el recuerdo de tu pasión y las victorias de los santos mártires.”

De nuevo, los santos y mártires siendo sustituidos por personas que ni siquiera son católicas ni han muerto por el Evangelio. En el caso del obispo de sant Feliu, para más INRI, el pectoral fue regalo de la diócesis de la Laguna, en Tenerife, una de las que más de cerca ha vivido el drama de la invasión ilegal. Riéndose de los locales que son víctimas de una invasión con la connivencia de las autoridades civiles, mediante la elaboración de esta cruz, la diócesis de la Laguna demuestra que sólo ve el drama de los recién llegados y no el peligro para el bien común y la sociedad autóctona víctima de la invasión.

El total despropósito sólo se explica como una nueva fe, como bien reflejó el bloggero Wanderer.

No en vano, el obispo Gómez es director del departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE) desde 2021, y fue llamado a Roma con el cardenal de Madrid, José Cobo, expresamente por el papa para tratar sobre la pastoral de migraciones. Un insulto a todos los católicos. En su ceremonia de consagración, Gómez dio las gracias «a todas las personas migrantes por venir a nuestro país y revitalizar nuestras iglesias».

Es verdaderamente indignante. Recordemos que hace un año, un "migrante" asesinó a al sacristán Diego Velázquez en Algeciras. Su objetivo era el sacerdote, pero se equivocó. Aquél buen hombre sí fue un mártir, pero los obispos españoles pasaron de puntillas por el asunto. Aunque no estemos de acuerdo con políticas de puertas abiertas a la inmigración ilegal descontrolada, aún podría llegar a entenderse de los obispos de los Estados Unidos que hubiera alguna intención de no prohibir la inmigración ilegal si los inmigrantes fueran católicos. Pero es que, en el caso europeo, son musulmanes. Muchos de ellos son fruto de la trata de personas, de mafias que se enriquecen a costa de sus vidas, y su llegada sin regulación está dañando el bien común en España

¿Cómo es la Iglesia, a través del Papa y muchos obispos, partícipe de esto? ¿Es ceguera o es una alineación voluntaria con el NOM? ¿Triunfó el deep state estadounidense con el nombramiento del papa Francisco en su intención de instaurar una "primavera de la Iglesia" al estilo de los países del Magreb? 

Porque, en sus pronunciamientos absolutamente suicidas, los obispos españoles no están aplicando la Doctrina Social de la Iglesia que, como podemos leer en el libro "Católicos e Identitarios" de Julian Langella, es muy distinta.

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